ENTRE LA INEFICIENCIA Y LA CORRUPCIÓN




El caso las empresas propiedad del Estado, evidencia la ineficiencia congénita del marxismo. Con decenas de miles de reclamos y denuncias por servicios no prestados, cobros indebidos, maltratos verbales..., incluso soportados con grabaciones videográficas publicadas en redes sociales, sin que ninguna autoridad nacional haga algo. Al contrario, se explayan en loas para la gerencia de esas empresas, mientras le entregan el comando de sus "cuadrillas técnicas" a proselitistas del partido del gobierno, que le ponen la guinda la tarta de la ineficiencia, cuando no de la degradación de la moral, las buenas costumbres y del debido comportamiento profesional y ciudadano. Luego hablan de una cruzada por el civismo y en contra de la corrupción en la administración pública.

Le bastaría al gobernante, por sobre los informes mudos, inspecciones ciegas y auditorías sordas, revisar las redes sociales para conocer la realidad de la calamidad funcional de las empresas teóricamente de todos los venezolanos. 

Es tan evidente el desastre gerencial de dichas empresas y tan obvias las soluciones de acción inmediata, que de la torpeza la suspicacia lleva a considerar la mala fe. La sorna con que desde los palacios alaban la "eficiencia" de las gerencias, deja mucho qué pensar.

En cualquier país democrático ya la gerencias de las empresas y los ministros respectivos habrían comparecido ante el Poder Legislativo. ¿No existe algún diputado capaz de arriesgar su comodidad para denunciar estos hechos?

¿Dónde están el Poder Judicial y el Poder Moral? ¿Quién ampara al ciudadano, quién defiende al pueblo, quién acciona la justicia a favor del ciudadano?

La moraleja: El fracaso anunciado de una ideología nefasta, no porque exista, que derecho tiene, sino porque la sufren y padecen millones de personas, de seres humanos cuya tragedia ha sido existir en el momento equivocado, en las horas aciagas de la patria.

Ya la revolución marxista se ha hartado los mejores y únicos -por irrepetibles- veinte años de las vidas de millones de venezolanos en una peleadera sin ton ni son, con enemigos por todos lados, aliados con Estados contrarios a la democracia y el Estado de Derecho, y tratando y "negociando" con lo más granado del bandidaje financiero internacional.

Por supuesto y en contrario, estas han sido dos décadas doradas para la cúpula política. Es que si la combatiente tal o el combatiente cual, tuviesen que defenderse con un salario pírrico, con mesa y esperanzas vacías, además de las sillas de los hijos emigrados por hambre, la "revolución bonita" no duraría un mes.

Esto se presagiaba de mal a peor cuando sin beneficio de inventario hicieron héroe a Zamora, al Cabito, adalid de la lucha por la libertad y el honor, y al "Manganzón" -aquel de Cabrujas- lo aposentaron en el Panteón. Con vagabundos, bandoleros, inmorales, corruptos, como referencias, resulta imposible viabilizar cualquier intento de cambio social.

En política todo tiene que ver con todo. Los Zamora, los Cabito y los Manganzones siguen en sus andanzas - unos tras las rejas y otros por sobre la justicia- y con ellos la mala palabra: caudillo. Los llamados "jefes" locales, regionales y nacionales, mutatis mutandis responden al mismo esquema que los del siglo XIX, y por ello expuestos a las mismas perversiones. Aquellos blandían machetes, éstos el carnet de la patria.

En tanto, los grupos opositores mendigan reuniones, a las que asisten no para acordar con el régimen, sino para encontrarse entre ellos. Diez años de complicidad en la miseria atroz le adeuda la dirigencia opositora al venezolano; incapaces del mínimo sentido de racionalidad, sensatez y oportunidad política, persistiendo en un restauracionismo evolutivamente inviable, especulando con la precariedad de la oferta electoral y acaparando el bagaje de logros políticos, científicos, tecnológicos, artísticos y culturales de la gran civilización occidental; todo merced al estigma del opositor venezolano: la mezquindad y el egoísmo.

No obstante, material para las propuestas alternativas sobra. Las herramientas gerenciales eficientes las conocen todos; el andamiaje institucional comprobadamente eficaz, es del dominio público; el fundamento jurídico ontológicamente incuestionable es propiedad común: los Derechos Humanos; y la libertad se agiganta en las conciencias de las naciones del orbe.

La Reflexión: ¿Seremos tan incapaces, negligentes e irracionales los venezolanos para no lograr construir una sociedad medianamente viable? ¿Cómo ha podido esta generación echar por la borda veinte años del privilegio existencial más maravilloso del universo: la vida racional? ¿Cómo lo hemos permitido?¿Racionalidad para qué, para tener un país con inmensas riquezas naturales, pero con una sociedad pequeñita y en degradación moral exponencial?

¿Continuaremos con la farsa de creernos los adalídes de la libertad en América, cuando no somos capaces de liberarnos de las telarañas neuronales que nos impiden gerenciar con mediana eficiencia media docena de empresas? Seguiremos sin entender que la empresa absurda, por imposible, de la "liberación del mundo", ha sido un instrumento de dominación, el oasis especular creado por los factores que ostentan o pretenden el poderío mundial.

La Nueva República debe deslindarse de las aberraciones del intento democrático de la cuarta y del fracaso lógico de la quinta, apostando por la democracia posible, inclusiva, bajo el imperio del Estado de Derecho con fundamento en los Derechos Humanos. Nada qué inventar, todo por hacer. 

La verdadera crisis de Venezuela es de racionalidad y moralidad.

Los pueblos se pueden someter a los cantos de sirenas de patrias ilusorias, o avasallarse a las ofertas engañosas de ideologías sonsas, pero tarde o temprano la verdad, hija del tiempo, se impone. Los pueblos siempre facturan; antes con el machete, hoy con el sufragio.


Javier A. Rodríguez G.

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